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La actividad física, más que movimientos, posibilidades

Quisiera empezar con un ejercicio… antes de continuar con la lectura (hágalo de manera consciente), me gustaría interactuar con la persona que está leyendo el artículo en este momento para definir qué es la actividad física y de acuerdo con esa definición que usted mismo aportó, piense cómo la aplica en su vida diaria.

“La actividad física es cualquier movimiento corporal intencional, realizado con los músculos esqueléticos, que resulta en un gasto de energía y en una experiencia personal, y nos permite interactuar con los seres y el ambiente que nos rodea”.

(Ramos, 2002)

Bien, ahora que ya tiene la definición de actividad física, vamos a hablar en este espacio, de cómo se aplica la misma en el entorno educativo y el impacto que tiene en la formación.

Si podemos entender cómo interactuamos en los diferentes contextos de la vida nos damos cuenta que lo hacemos a través del movimiento, la corporalidad, los sentidos y todo esto lo hacemos desde que nacemos. Como exploradores vamos descubriendo el mundo y lo que nos rodea, cuando probamos, tiramos, tocamos, sentimos. Vamos creciendo y encontramos en las pequeñas y grandes acciones de la cotidianidad, aprendizajes que nos permiten desenvolvernos y resolver situaciones de la vida.

Por eso, si nos devolvemos a la definición de actividad física que se dio al principio del artículo, nos damos cuenta que la actividad física está en todo lo que hacemos y en Alcaravanes la aplicamos cuando un ambiente de aprendizaje de matemáticas se convierte en un recorrido por el bosque para hacer conteo de elementos, o recolección de implementos de la naturaleza para trabajar la suma y la resta; o cuando en ciencias naturales se deja el salón para ir a la huerta y sembrar. 

Es importante que los entornos educativos se puedan despojar cada vez más de los salones, de estar sentados en las sillas frente a un tablero y puedan utilizar los recursos que tienen a su disposición. En una época donde priman los avances tecnológicos, las pantallas y el sedentarismo, es entonces la escuela la que puede promover en su jornada, actividades físicas en todas las áreas. No es solo una responsabilidad de la educación física (como área). Promover la actividad física en el entorno educativo es ampliar el abanico de posibilidades para comunicar un concepto desde una herramienta pedagógica diferente. 

“Los videojuegos y los juegos que se pueden utilizar en los teléfonos móviles se están popularizando cada vez más entre niños y niñas. Su presencia en los hogares es mayoritaria y cada vez un número mayor de niños y niñas juega con ellos a diario. Su presencia en los centros escolares es cada vez más abundante y, al margen de otras consideraciones educativas, tienden a restringir el nivel de actividad física que niños y niñas realizan a través de la práctica de juegos o deportes durante los periodos de receso escolar como pueden ser los recreos”. 

(Rosado, 2009)

Este tema que hoy se desarrolla en estas líneas no es solamente una tarea de la escuela, pues el entorno educativo debe incluir también a la familia como escenario principal en esta responsabilidad de formación. Si colegio y casa van en la misma línea los procesos formativos serían aún mucho más sólidos y coherentes. Es decir, es necesario que a través de la actividad física se puedan desarrollar las habilidades necesarias para la resolución de conflictos-situaciones, no solo en la escuela sino también en el hogar. Ejemplo de esto sería mayor tiempo de calidad en familia para que, juntos puedan tender la cama, lavar los platos, organizar el jardín, lavar la bicicleta, entre muchas otras actividades que se adapten a cada una de las realidades familiares. Responsabilidades intencionadas, donde se aplica totalmente la definición del principio, donde se hace uso adecuado del tiempo libre, donde se forman hábitos, sentido de pertenencia por el espacio, donde se comparte con los integrantes de la familia y se adiestra en habilidades básicas para la vida. 

En esta época donde todos estamos sobrecargados de tareas, trabajos y ocupaciones (pero a la vez tan inactivos) se hace fundamental que pensemos en volver a retomar, tanto en el entorno educativo como en el hogar, alternativas distintas por medio de la actividad física que nos encuentren con el otro, que nos estimulen, nos motiven, nos asombren, nos cuestionen, nos enseñen y nos permitan entender que este cuerpo que ocupamos es la mejor herramienta que tenemos para explorar y aprender del mundo. 

Aprovecho este espacio para recordarles que como familias pueden con sus hijos e hijas salir a caminar, montar en bicicleta, nadar, patinar, bailar, subir una montaña, saltar la cuerda, sembrar un árbol, pintar una parte de la casa, bañar la mascota, lavar el vehículo, entre otras. Estas actividades físicas nos facilitan compartir tiempo en familia que muestren otros espacios para el uso adecuado del tiempo libre, donde podemos estar activos y a la vez cumplir objetivos que se tracen juntos y si se practican con regularidad, se convertirán en hábitos que los ayudaran a encontrar maneras divertidas y saludables para vivir y disfrutar los días.

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